Una mañana de junio de 2002, Mauro Urriza, Gonzalo del Val, Luis Giménez, y un servidor tocábamos Giant Steps de John Coltrane como tantas otras veces lo habíamos hecho y lo habríamos de hacer. Pero ese día era diferente. Estábamos frente a un tribunal que nos evaluaba en la prueba de acceso a unos estudios reglados de jazz que comenzaban entonces. Recuerdo que al acabar le comenté a Mauro: “Estamos haciendo historia”, poniéndole involuntariamente algo nervioso. En ese momento pensé que mis palabras eran exageradas pero al cabo del tiempo creo que quizás fueran premonitorias.
Es igual. Ahora esa historia ha llegado a su fin.
Mauro Urriza, profesor del Conservatorio Superior de Navarra falleció en su casa de Ayegui, el sábado 19 de junio de 2014.
En estos 12 años, Mauro lo ha sido todo en nuestro centro: Amigo, compañero, maestro, alumno, colega, consejero. Ecuánime en sus juicios, inmenso en sus enseñanzas, no sólo las musicales, agradecido en sus aprendizajes, vulnerable en su humanidad. Salvoconducto para nuestra legitimación: Él tenía cinco títulos superiores de música y elegía el jazz como vehículo.
Nadie fue tan querido y respetado tanto por alumnos como por compañeros.
Como dice Luis Giménez: “Conocerlo era quererlo”, no dejaba indiferente a nadie.
En estos cinco días eternos que han pasado desde su partida Mauro ha recibido infinidad de muestras de cariño y reconocimiento.
Estas palabras, al igual que todas las que le hemos dedicado, además de tardías, no pueden más que ser injustas. Por mucho que nos empeñemos jamás nos acercaremos a describir su grandeza, su simpleza. Su partida deja un vacío inabarcable. Todos hemos perdido algo con su ausencia, algunos más de lo soportable. A partir de ahora su música será su voz.
Tal vez la misma sensación de irrealidad que nos invade al imaginar que ya no está, nos alcance dentro de unos años cuando evoquemos su figura.
No pudo existir alguien así, tan grande, tan humilde, tan humano. Tan Mauro.
Algunos profesores hacemos nuestro trabajo, otros se implican en cuerpo y alma en la tarea hasta límites extenuantes.
Hay los que se dejan la vida por sus alumnos.
Mauro era de éstos últimos.
Marcelo Escrich
alberto de ema l. says
«Estos días azules,
este sol de la infancia…» ( el último verso encontrado en un papelito de la gabardina de A. Machado)
María Arratíbel says
Tuve la suerte de ser su alumna en dos ocasiones y en ambas quedé impresionada por su grandeza intelectual que casi pasaba desapercibida para algunos detrás de una timidez encantadora. Ingenioso, divertido, trabajador, profundo. Gracias, Mauro.